jueves, junio 30, 2005

Triunfando en Medio de las Ruinas

¿Estamos en una sociedad en la que el vencedor se lo lleva todo?. Esa es la pregunta que se hacen Samuelson y Nordhaus en su no por muy manoseado más riguroso manual de economía.

Tras manifestar esta duda, que el sentido común más elemental debiera haber descartado antes siquiera de planteársela, abordan la cuestión en un cuadro especial al final de su capítulo sobre la teoría de juegos. Dicen:

“¿Es posible que la vida económica esté convirtiéndose cada vez más en un gigantesco torneo, en el equivalente civil de una carrera armamentista?. Pregúntese el lector que tienen en común los superventas, las patentes, los medallistas olímpicos, las supermodelos, los juicios victoriosos, los Premios Nobel y los Presidentes de EEUU. Son todos ellos resultados de juegos en los que el vencedor se lo lleva todo, situaciones en las que los resultados dependen principalmente del mérito relativo y no del absoluto. ....Robert Frank y Philip Cook analizan en un fascinante estudio las consecuencias de lo que denominan sociedad en la que el vencedor se lo lleva todo.”

En nuestra sociedad, al igual que en todas las sociedades humanas de todas las épocas y lugares y bajo todos los tipos de regímenes de gobierno, hay, en efecto, ciertos ámbitos en los cuales el ganador se lo lleva todo, y quien concurre sabe que su probabilidad de éxito es remota.

Para internarse en la arriesgada dinámica del “todo o nada” hay que pertrecharse de arrojo y confianza en las propias posibilidades, y, o bien no pensar en lo que pasaría si fueran mal las cosas, o bien tener preparada de antemano una alternativa razonable al potencial fracaso.

Ninguno de los ejemplos puestos por Samuelson y Nordhaus son representativos de las ocupaciones profesionales tipo del ciudadano medio. Prácticamente todo el mundo desarrolla alguna humilde labor productiva que le reporta unos ingresos suficientes para salir adelante, sin tener por ello que entrar en feroces batallas en la que solo pueda quedar uno.

Piensa uno, cuando lee lo que dicen estos “economistas”, en la película “Los Inmortales”, en la que los miembros de la siniestra panda de sempiternos solo morían cortándose la cabeza unos a otros, hasta que solo quedase el vencedor de todos los encuentros de degolladora esgrima.

¿Qué clase de organización política y social fomenta con más fuerza esta clase de interacciones sociales de discriminadoras consecuencias, se pregunta uno?.

Y la respuesta llega sola: las sociedades socialistas. Puesto que en ellas se tiende a premiar sistemáticamente a quien más de acuerdo está, de palabra obra u omisión, con el gobierno absoluto establecido. Los gobiernos socialistas tienden a crear “juegos” variados, siendo en esto más inventivos y prolíficos que los organizadores de los espectáculos del anfiteatro romano.

El gran jerifalte y sus secuaces manejan desde lo alto los engranajes de un partido que toma forma de máquina implacable para triturar toda oposición y malear las almas de los inocentes. Solo quien dice SI al partido y a un tiempo satisface las personales apetencias y gustos del funcionario seleccionador de hombres de turno, pasa a la siguiente ronda.

La arbitrariedad impera por doquier donde no existe el Imperio de la ley. Y los “todo o nada” se suceden en una escalada sin fin, hacia las cumbres del poder, en medio de un campo de batalla sembrado de cadáveres.

El capitalismo en cambio permite descentralizar el poder, al poner la propiedad en manos de los particulares y dejar que estos la intercambien libremente. Uno tiene numerosas opciones para elegir, como consumidor o como trabajador. La sociedad está abierta, y las cosas que puedo uno hacer o dejar de hacer no están limitadas por el veredicto de un arbitrario juez. Si un empresario nos rechaza como fuerza laboral, buscamos otro. Si un empleado no gusta al empresario, busca otro. Si no te gusta un producto o un servicio, no lo compras, y le das mala publicidad. Si no obtienes beneficio de una actividad la cierras o apechugas con las pérdidas. No hay ningún todo o nada en los mercados libres.

Ahora bien, si dentro de una sociedad capitalista de libre mercado hay cientos de miles de personas que aspiran, por ejemplo, a vivir de la música, y solamente hay una demanda de música determinada (que no podría dar de comer, y mucho menos una vida lujosa, a tanto oferentes de voz y melodías) se impone necesariamente que se queden fuera casi todos, y que solo tengan éxito 14 o 15.

Hasta hace poco la promoción musical le llegaba a unos pocos privilegiados tras recorrerse unos cuantos pueblos y ciudades tocando su música, o bien por tener canciones muy buenas, o tener un amigo productor, o imponderables varios. Pero dicha promoción era fútil desde el momento en que la gente a la que iba dirigida no compraba el producto.

A alguien se le ocurrió la feliz idea de convertir la dura lucha de los músicos por salir adelante en un “todo o nada” televisivo, especialmente diseñado para crear un cantante tipo que reuniera, en la medida de lo posible, las características más del gusto de mayorías poco exigentes y entendidas de música. El resultado de esta ocurrencia fue Operación Triunfo.

Dicho “todo o nada” era el producto, mucho más, creo yo, que las canciones cantadas o el estilo particular de los cantantes seleccionados.

Hoy Telecirco nos trae de nuevo OT, aunque ya nos ha ido mostrando cada día el proceso de selección de los “inmortales”. Se veía en él a un montón de muchachos tratando de agradar de diversas formas a los que habían de juzgarles. Por supuesto al principio resultaba fácil eliminar, puesto que la morralla es perfectamente distinguible (aún así no habría que descartar la posibilidad de que algún talento hubiese quedado fuera en la primera ronda). Pero según va avanzando el proceso de selección la arbitrariedad va siendo más patente, y llega un momento en que es evidente que eligen lo que a ellos en particular les resulta más grato.

El “todo o nada” no basta. Es además preciso que este “todo o nada” dependa del juicio de un “experto”, de un pretendido “sabio” que decide en nombre del pueblo quien es bueno para el pueblo.

Pero en cuestión de gustos, como el propio pueblo señala. “no hay nada escrito”.

Ciertamente quien sea el elegido y quién quede fuera no es algo que me preocupe especialmente. El programa en cuestión no me interesa más que como patético muestrario de superficialidades, vanidades y falsedades. Sin embargo no puedo dejar de observar como los mismos progres, que se lamentan de la figurada competencia salvaje y la discriminación del capitalismo, la promueven desde los medios.

¿Quieren hacernos creer que es eso la competencia?.

No, señores y señoras, la competencia no es, de ordinario, un “todo o nada”, y, cuando lo es, se debe a que sobran oferentes. Y es más, el todo o nada del mercado no depende de la voluntad de un único individuo o un reducido grupo de individuos, sino de los gustos y las necesidades de la mayoría de la gente.

4 comentarios:

Roberto Iza Valdés dijo...
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Roberto Iza Valdés dijo...
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Roberto Iza Valdés dijo...
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Anónimo dijo...

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