jueves, enero 19, 2006

Mentirosas Alabanzas y Censuras

John Reed (1887-1920) fue, podría decirse, el primer y único comunista americano. El primero porque presenció la Revolución de Octubre en vivo y en directo, escribiendo un libro apologético de la misma y de sus líderes que tuvo una gran tirada. El único no tanto porque estuviera él solo cuanto porque su círculo era muy reducido, y de escasa relevancia en la política estadounidense, siendo él probablemente lo más destacable del comunismo revolucionario abierto y directo en su país, hasta su prematura muerte.

El pobre John falleció joven, efectivamente, y es posible que un tanto desencantado del experimento soviético.

Su periplo personal y político fue llevado a las pantallas por Warren Beatty en la película "Rojos".

Dicha obra fue incluida en una colección de películas que el periódico El Mundo ofreció a sus lectores, que pretendía ser una muestra cinematográfica de grandes momentos y asuntos de la historia del siglo XX. Cada película era comentada por algún personaje conocido o entendido del tema, y el comentario sobre "Rojos" le tocó hacerlo a Santiago Carrillo.
Y esto fue lo que escribió:


El actor y director de cine americano Warren Beatty llevó a la pantalla la obra de John Reed, Diez Días que Estremecieron al Mundo. En la película él mismo interpreta el papel de Reed, y el de la esposa de éste estaba a cargo de la actriz Diane Keaton. Como sucede a menudo, el cine americano produce obras maestras que no tienen nada en común con la filosofía oficial de su Gobierno.
Rojos (título de esta película) es uno de los ejemplos de ello. Se trata de un excelente filme.
"Diez días que estremecieron al mundo" es el fabuloso reportaje que describe los momentos iniciales de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, con el realismo y veracidad más impactantes.John Reed, su autor, vivió esas jornadas como periodista, escuchando a personajes de todas las tendencias y sobre todo oyendo al hombre de la calle, mezclándose con los barbudos soldados que venían del frente, con los legendarios marineros de la flota militar del Báltico, los obreros de la Putilov y los líderes de todas las tendencias, los cadetes, los trudovikis, mencheviques, socialrevolucionarios y bolcheviques. Toda una sociedad en plena tormenta, cruzada por un radical enfrentamiento de clases; traumatizada por los horrores de la guerra, el hambre y el frío. Una sociedad atravesando una tremenda crisis histórica, en la que los términos medios eran imposibles.
Warren Beatty como actor y director, y Diane Keaton han convertido Diez días de la historia mundial en una obra de arte que recoge con fidelidad el libro extraordinario de John Reed.

Si uno ve la película en cuestión, o lee el libro de Reed, no puede, después de ello, más que asombrarse de la descripción que Carrillo hace de la primera.

Dice el nada venerable anciano que "Warren Beatty llevó a la pantalla la obra de John Reed, Diez Días que Estremecieron al Mundo". Nada menos cierto. La película, como antes dije, contaba su periplo personal y político desde mucho antes del libro hasta su muerte, muy posterior al libro (al menos a efectos biográficos).

Pero Carrillo quiere hacernos creer que los pocos minutos de metraje en los que aparece la Revolución de Octubre son TODA la película. Y olvida quizá que al final de la misma, Reed discute agriamente con Zinoiev porque no soporta la manipulación completa a la que se someten sus discursos y escritos, ni que se le prive de una vida normal, de dimensión humana, por la causa comunista.

Para Carrillo los cinco minutos escasos de película en los que Reed se mezcla, arenga y discute con "los barbudos soldados que venían del frente, con los legendarios marineros de la flota militar del Báltico, los obreros de la Putilov y los líderes de todas las tendencias, los cadetes, los trudovikis, mencheviques, socialrevolucionarios y bolcheviques", en los que incluso un espectador avezado tiene dificultades para distinguir a esos diversos grupos amalgamados en el caos, son TODA la película, o, al menos, TODO lo que él considera digno de ser mencionado sobre el argumento de la película.

Porque Beatty nos muestra a un Reed idealista y noble, cuando fue un perverso utópico, pero no tiene la desfachatez de idealizar la Revolución, y pone de manifiesto, si bien no todo lo que debería, el terror, la futilidad, la terrible impostura y la sistemática mentira de ese momento histórico.

Finaliza Carrillo sus palabras remarcando el despropósito: "Warren Beatty como actor y director, y Diane Keaton han convertido Diez días de la historia mundial en una obra de arte que recoge con fidelidad el libro extraordinario de John Reed". Después de haber dicho que "Diez Días que Estremecieron al Mundo", panfleto marxista-leninista, expone la Revolución "con el realismo y veracidad más impactantes".Tanto realismo y veracidad, supongo, como el que se puede otorgar al escrito de Carrillo, impactante por su descarado falseamiento de algo tan fácil de contrastar como un documento escrito y otro grabado.

Al lado de esta elogiosa crítica, que encubre el mensaje final de la obra criticada, tenemos esta otra, realizada por la Revista Muy Historia en su último número, que va del Franquismo:


Franco, un Balance Histórico.
Pío Moa.
Planeta. Madrid, 2005.


Más que un ensayo, este libro es un panfleto, es decir, escritura propagandística. El libro gustará a los franquistas, irritará a los antifranquistas y sorprenderá a todos los demás, que son mayoría, sobre todo por venir de alguien que luchó contra la dictadura con las armas en la mano. Interesante el balance económico del franquismo, anacrónicas y extravagantes las analogías con la España de hoy.


Sorprende que hagan esta crítica tan feroz en un apartado del final de la revista dedicado a recomendaciones literarias sobre el tema tratado en el número. Es como si nos dijeran: "Léelo, pero que sepas que es un franquista desmedido". Quizá lo hagan por eso de dar una imagen de imparcial muestra de diversas tendencias e ideas divergentes. Pero lo estropean totalmente con la crítica, que es un ataque ad hominem carente por completo de argumentos, una valoración perfectamente aceptable en un ciudadano corriente, pero intolerable en una publicación que se pretende seria y rigurosa.


La izquierda nos habla a veces desde una supuesta moderación que se pretende "centrista", imparcial y serena, pero que refleja el deseo de ocultar hechos, circunstancias y pensamientos incómodos. Dicen: "ese es un exaltado propagandista" y creen con ello haberle rebatido. Maniobra retorcida de propaganda la suya, que atribuye la propaganda a quien barre los mitos.

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