“El cambio que quiero, ¡oh pueblo!, será una inversión de arriba y de abajo. Aquellos que se esfuerzan por el bien han ido a parar detrás de aquellos que no merecen estar delante. Esto debe cambiar. En el mundo existe verdad y falsedad. Los hombres se sienten atraídos hacia las dos cosas. Pero deberían solo seguir la verdad. No es extraño que la falsedad pese más y que el bien sea difícil de encontrar. La experiencia nos muestra que también lo raro puede ganar. Debo reconocer que no ha sucedido con frecuencia que el bien gane otra vez cuando las gentes se separan de la verdad y se vuelven hacia la falsedad”.
El fundador del Shiat Alí (partido de Alí), la secta chiíta, el propio Alí, se dirigía de este modo a sus fieles un tiempo antes de perder la partida por el poder y convertirse, con sus descendientes imanes, en símbolo de la derrota perpetua.
Los chiítas son hoy una fuerza social y política nada desdeñable en Oriente Medio, y con ello en el mapa estratégico global. Gracias a Jomeini alcanzaron la cima del poder, esa que siempre les había estado vedada, en Irán. La virtud musulmana tomaba las riendas de la sociedad musulmana, implantando la sharia y haciendo con ello de la religión ley, y teocratizando el Estado.
Los sucesivos sucesores (valga la redundancia) de Jomeini han tratado de encontrar un precario equilibrio entre la modernización global y sus ancestrales instituciones, y podemos afirmar sin dudarlo que no lo han logrado. Si uno mezcla agua con aceite, las dos sustancias no se interpenetran sino que permanecen como dos capas aisladas, una encima de la otra. Y si echas galones de aceite sobre unos mililitros de agua las dos capas tienen grosores notablemente diferentes.
Leo a Glucksmann, que en su “Discurso del Odio” comenta unas declaraciones del ayatolá Rafsandyani: “El antiguo (pero siempre influyente) presidente de la república islámica de Irán calculaba públicamente, en Diciembre de 2001, la relación calidad-precio o riesgos-beneficios de una batalla nuclear entre Israel e Irán: por cinco millones de judíos vitrificados, Irán se arriesgaba a perder tres veces más ciudadanos, lo que a sus ojos no era un precio caro. El sacrificio de 15 millones de musulmanes sobre más de mil millones de creyentes con que cuenta el planeta bien vale la eliminación del Estado infiel (sin contar a los palestinos arrasados por el pase de bayeta atómico)”.
Hace poco que llegó al poder un nuevo presidente, más joven, más conservador, contrapunto a Jatami, su antecesor y sucesor de Rafsandyiani.
Se suele asociar el conservadurismo a una mayor edad. Pero en el islam no tiene porque ser así. La violencia inherente a ese credo está dirigida a la juventud, estudiante de teología (Talibán) por lo que muy bien puede –estar dirigida por la juventud. Esa violencia dinamita el símbolo de la paz de los budas gigantes.
No es lo mismo un conservador musulmán que, digamos, un conservador estadounidense. Comparar ambos es comparar totalitarismo con liberalismo. Evidentemente un epíteto tan ambivalente que puede significar una cosa y su contraria no merece mucha atención…..o debiera decir: merece una especial atención de quien lo oye, atención a quien lo dice, para saber qué quiere decir.
Es la ambigüedad del lenguaje característica de los totalitarismos: democracia popular frente a democracia liberal, libertad de las masas frente a libertad sujeta a derecho….y un largo etcétera.
Cuando escuchamos a alguien debemos trascender nuestro marco interpretativo del lenguaje para penetrar en el suyo. Quizá se nos antoje tan imposible como mezclar el agua con el aceite, como hacer del Islam una fuerza de modernización y paz. Pero hagamos uso del diccionario totalitarismo/liberalismo igual que lo hacemos de un Inglés/Español, traduzcamos los términos.
Tras las palabras grandiosas, tras los encendidos discursos que rezuman noble virtud, ¿Qué se esconde?. ¿Qué dijo y qué quiso decir ZP en la ONU sobre el hambre?. ¿Qué dijo y qué quiso decir ZP sobre el esfuerzo que los españoles íbamos a realizar para combatirla?. ¿Qué dijo y qué quiso decir Alí, antaño, sobre el orden social musulmán?.
Los discurso revolucionarios son un dechado de virtud y buen sentido, hasta que se los vivisecciona. Detrás de las palabras de Alí, que era un hombre bastante santo para su tiempo, se esconden las del ayatolá Rafsandyani, su sucesor ya sucedido. El maniqueísmo, nacido allí cerca (como por otra parte casi todas las religiones) del alma de Maní (o Manes), se practica de forma tal que es llevado a sus últimas consecuencias: hay hombre buenos muy buenos y hombre malos muy malos, y los primeros deben exterminar a los segundos, aún muriendo en el intento.
Jomenini decía que la tinta de su pluma era tan sagrada como la sangre de un Martir. En el palacio del Sha reían frívolamente con sus escritos, que encontraban pueriles y llenos de errores ortográficos. Pero Jomeini era un hombre extremadamente serio y no estaba para bromas.
Tras morir su hijo Mustafá, a manos de los servicios secretos del Sha, lanzó una Fatwa contra este, al que llamó Taghut, esto es, representante del poder diabólico. Todo muy maniqueo: él y sus escritos sagrados, su enemigo el demonio mismo o un repulsivo representante.
Su sucesor, que era de los más cercanos a él, veía el bien y el mal de un modo muy parecido, sin matices.
Quince millones de fieles, por la ley de los grandes números, no son nada. El estadista hace de su pueblo una estadística. Los muertos son ceros y los vivos unos. El frío lenguaje de la informática, que no comunica emociones humanas, aplicado no a ordenar, a equipos para proceso de información que contribuyan a la modernidad y la prosperidad, sino a hacer inventario de víctimas y mártires quizá involuntarios.
Para Marx y para cualquier otro iluminado religioso, sociológico o político, los oprimidos y explotados o los correligionarios son una abstracción, un colectivo carente de individualidades: uno forma parte de una clase como lo hace de un rebaño que va al matadero.
En el Islam se pretende vivir de acuerdo con las ideas y arrebatos de un hombre que vivió entre un desierto y un par de ciudades hechas de adobe casi mil quinientos años atrás. Las clasificaciones sociológicas son, además de arbitrarias e incorrectas, anacrónicas.
Nadie podría negar la valía de Mahoma en su tiempo y lugar. Lo problemático son las proyecciones que se han hecho de él y de su doctrina. Al considerar incontestable su sabiduría y su texto, el Islam ha impedido su propio avance, y el de las sociedades en las es la religión del pueblo y del Estado.
Si ahora EEUU está encima de Irán, pendiente de todo lo que hace, especialmente con material nuclear, no debemos atribuir el exceso de preocupación y de celo estadounidense a un afán imperialista nunca saciado, a un ansia infinita de petróleo o a una obsesión antiislamista visceral. Pues todo parece indicar que Irán representa un peligro para la paz en el mundo, y cuanto más radical sea el hombre (porque hombre tiene que ser en esos lugares) que tome el mando más peligrosamente relevante se torna ese enclave geoestratégico.
Claro que cuando el enemigo a batir son los americanos y los judíos (que encuentran su confluencia y apogeo en el lobby judío estadounidense) cualquier lobo dando dentelladas nos parece un corderito degollado, aunque sea él el que degolle.
EEUU erró al apoyar a un Sha semitotalitario y fastuoso, pero aún más lo hizo al no intervenir directamente contra un Jomeini que mataba por miles a los disidentes tras sumarios juicios al estilo islámico más entusiasta.
Pero desde el 11-S la historia ha renacido de las cenizas de su fin, y EEUU se ha erigido en centinela de la sociedad humana, ese mismo cargo que Jomeini atribuyó a los Sayyed, descendientes de Mahoma, de los cuales él era el más destacado.
Los descendientes en línea directa, los imanes, llegaron a doce. El duodécimo, cuenta la leyenda, desapareció. Ahora los chiítas esperan su retorno para que se haga justicia en el mundo.
Mientras tanto, confío, democracia y libertad bajo el paraguas Estadounidense.
5 comentarios:
Magnífico artículo, Nomotheta, siento no haberlo leído en su momento. Una sugerencia, cuando escribas algo sobre el Islam, no dudes en poner una nota en mi bitácora para que venga a leerlo. El Islam es un tema que me llama mucho la atención, porque no soy capaz de entender a tantos millones de fanatizados sin revelanse a sus tiranos, y de ahí que le dedique algún tiempo. Por cierto, su a ti también te atrae el tema, teclea Islam en el buscador de Batiburrillo, hay una serie de tres artículos: Islam-1, II y III que quizá pudieran interesarte.
Si, el tema me interesa bastante. Leeré los artículos que me dices.
Tenía en proyecto una continuación de "Maniqueísmo Persa". Pensaba titularlo "Totalitarismo Islámico" y abordaría el aspecto totalitario en el pensamiento de Jomeini y, a partir de este, del islámico en general. Pero he dejado el blog, por faltarme tiempo para desarrollarlo de acuerdo con mi nivel de exigencia.
Ahora leo y comento otras bitácoras liberales, como la vuestra, que me gusta mucho.
Y tu artículo me parece, como te decía, una excelente continuación del tema tratado en el mío.
http://batiburrillo.redliberal.com/005645.html
¡Próspero año nuevo!
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