“Escribir una biografía de Saddam Hussein es como intentar reunir pruebas para un juicio contra un famoso gángster. La mayoría de los testigos principales han sido asesinados o tienen demasiado miedo para hablar”, dice Con Coughlin.
Ahora no es tan imponente. Ya no está rodeado del aparato de terror y misterio que le hicieron todopoderoso. Desde lejos llegaron unos extraterrestres y tomaron Babilonia, o, dicho para que se entienda: la superior tecnología, logística y organización militar americana arrolló a un ejército mal pertrechado y desmoralizado por décadas de guerra y servidumbre temerosa.
Saddam significa en árabe: “el que se enfrenta”. Y así vivió y así morirá, enfrentado a todo y a todos, con un orgullo inextinguible que antes daba pavor y ahora sorprende. Se enfrenta al tribunal que le juzga, se declara amo de Irak, ahora que ni su intimidad desnuda ha sido respetada, después de haber sido sacado de un agujero que ni el propio Diógenes hubiera querido para sí.
Hussein es laico, aunque no en el sentido que se entiende por aquí, en el Occidente políticamente correcto. Su laicismo no es permanente agresión a la religión ni deseo de erradicarla de las mentes y de la cultura. Su laicismo respetaba al islam, al islam sunnita que él practica. Pero daba la casualidad de que vivía en un país preponderantemente chiíta, sobre todo en el sur. Y sunnitas y chiítas llevan divididos desde la batalla de Kerbala en la que otro Hussein, este chiíta, fue muerto por los omeyas. Así que Hussein, el de nuestros días, el que se enfrenta, se enfrentó a los líderes chiíes desde un laicismo que poco tiene que ver con ese escepticismo blandengue y ñoño de los cafés progretas de nuestro Occidente decadente.
Hussein es, como su laicismo, un producto de la época del nacionalismo socialista panárabe de la descolonización, que tomó forma, entre otras cosas, en el Egipto Nasseriano o en el partido Baas Sirio (del que el iraquí constituye una rama desprendida del árbol).
En él se logró la mezcla más explosiva de totalitarismo, que él quería atómica: llevado de la mano por un tío admirador de los nazis (como el gran Muftí de Jerusalén, tío este también de otro engendro: Arafat), leyó con entusiasmo a Stalin, de quien pronunciaba en ocasiones la sentencias más salvajes, y colaboró activamente con el terrorismo islámico.
Nazismo, Comunismo e Islamismo tenían un enorme atractivo para él, aunque su pragmatismo maquiavélico le impidió volcarse en ninguno de ellos en particular. La esencia totalitaria y liberticida de todos ellos le encantaba.
Su gobierno fue, de hecho, uno de los más totalitarios y antiliberales que haya habido sobre la tierra. En el Palacio del Fin muchos encontraron el fin. Era este el lugar escogido para realizar torturas y asesinatos políticos. Después se pasó a Abub Graib. Ahora se conoce a esta última cárcel como el lugar en el que los americanos torturaron a presos iraquíes. Con Saddam fue infinitamente peor, pero de eso no se hacen largos reportajes, o al menos no se emiten en las televisiones públicas. Antesdeayer emitieron uno sobre la torturas americanas. Ayer pusieron otro reportaje sobre el violento y sórdido final del Tercer Reich.
Desde que a finales de los 70 tomó formalmente el poder que venía ya ejerciendo un tiempo, Saddam se lanzó a la búsqueda de medios materiales y humanos para construir armas de destrucción masiva (ADM), desde químicas hasta atómicas.
Decía Saddam que las plantas químicas que estaba montando eran para las plagas de la agricultura. En cuanto a los reactores atómicos eran para fines pacíficos. Sobre lo primero estaba sobredimensionado, esto es, la producción de sus plantas excedería con mucho las necesidades de su agricultura. En cuanto a lo segundo chocaba bastante en un país que no carecía precisamente de energía, con sus inmensas reservas de petróleo.
También cabría preguntarse, siguiendo el mismo razonamiento, porque los iraníes desean desarrollar, hoy, energía nuclear.
Saddam no tuvo inconveniente en mentir de puertas afuera y matar de puertas a dentro. Pero lo primero no fue necesario, o al menos no lo fue con determinados interlocutores. Saddam tuvo en Francia, representada por Chirac a un excelente aliado.
Hablando sobre los turcos en el siglo XVI, César Vidal dice lo siguiente: “La política francesa siguió una línea de islamofilia que dura hasta nuestros días, Francisco I de Francia, a pesar de su condición de Rey católico, no dudó en aliarse con los turcos en un claro intento de dañar los intereses de España”.
Entonces el Imperio era el español, y no dudaba los franceses en traicionarlo y en traicionarse a si mismos para dañarlo. Ahora lo es el americano (si bien no cabe hablar de Imperio en el mismo sentido) y el antiamericanismo tiene en Francia su foco principal, y el más tartufo (sé que Moliere, francés él, aprobaría esta apreciación).
“De todos los planes para desarrollar armas no convencionales, el predilecto de Saddam tenía que ver con el esfuerzo por adquirir un arsenal nuclear.....Frustrado en sus intenciones por los rusos y por todos los demás con quienes estableció contacto, Saddam finalmente consiguió lo que buscaba cuando volvió su atención hacia su aliado internacional preferido, Francia. Saddam ya había establecido un fuerte entendimiento personal con Jacques Chirac, el Primer Ministro francés....durante las largas negociaciones que habían tenido lugar en 1975, cuando Irak compró los nuevos cazas Mirage F1. Durante una visita a París en Septiembre del 75, para firmar la compra de los cazas, Chirac llevó a Saddam a recorrer la Provenza. De camino a la corrida de toros de Les Baux , el grupo se desvió de su ruta para permitir a Saddam visitar la central de investigación nuclear de Cadarache, al norte de Marsella. ....los franceses se ofrecieron a vender a Saddam un reactor nuclear....similar al que habían vendido a los israelíes en 1956...mientras el resto del mundo intentaba mantener Oriente Medio como una región desnuclearizada, los franceses, a su inimitable manera, estaban concluyendo despreocupadamente la entrega a países mutuamente hostiles la capacidad de bombardearse hasta la extinción. Con el característico cinismo galo, el único interés de Chirac al vender un sofisticado reactor a Saddam para “aplicaciones pacíficas” era comercial; el reactor era el pago para conseguir que los franceses pudieran negociar con Bagdad en términos especialmente favorables, incluyendo concesiones petroleras, importaciones de coches franceses.....etc.
Cuando el grupo regresó a París después de visitar la Provenza, Saddam insistió en celebrar el acuerdo preparando una fiesta especial para su aliado francés. El año anterior, durante una visita de Chirac a Bagdad este demostró un gusto especial por un pescado iraquí de río llamado masguf. Saddam ordenó a su cocinero que volara hasta Bagdad y volviera con una tonelada y media de ese pescado. Cuando el cocinero regresó Saddam pidió al maitre del hotel Marigny Palace, donde la delegación iraquí se alojaba, que preparara una barbacoa especial para Chirac, y mientras los guardias de seguridad de Saddam patrullaban por la cocina con sus metralletas, los cocineros pusieron manos a la obra para asar la enormes carpas a la brasa. Chirac, que tuvo que sufrir la humillación de que las cámaras de la televisión francesa lo filmaran comiendo golosamente el pescado, que se servía sobre papel de aluminio, al estilo de Bagdad, comentó más tarde a uno de sus ayundantes que la delegación iraquí había armado una buena en el Marigny Palace. “Todo el lugar apestaba a pescado quemado. Fue divertido, pero un verdadero lío””.
Y, en efecto, el retrato y perfil que hizo Aznar del susodicho fue fiel a la realidad: un tío muy simpático, pero poco serio.
Los planes para desarrollar armas nucleares fueron luego frustrados primero por el Mossad, servicio secreto israelí que no dudaba en usar los mismos métodos que quienes querían destruir a Israel, y después por la sucesión de guerras estériles y hecatómbicas en las que entró Irak. En la primera de ellas hizo uso Saddam de las armas químicas, contra los iraníes. Esto desmoralizó bastante a las hordas persas, que querían morir heroicamente por Alá y se veían cayendo como moscas fumigadas, sin heridas ni golpes, simplemente asfixiados.
Cuando EEUU decidió invadir Irak encontró la oposición de algunos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Esta oposición suponía que no se podía efectuar la invasión si no era de espaldas a la ONU, dado que existe derecho de veto entre los miembros del Consejo de Seguridad (cosa que introdujeron los soviéticos, por cierto, en las negociaciones que siguieron a la 2ª Guerra Mundial).
Entre ellos estaba Francia, con Chirac de Presidente de la República.
Tanto el país como el dirigente siguieron su línea habitual.
La Vida Secreta de Saddam Hussein. Con Coughlin. Editorial Planeta (También disponible en la colección de "Biografías Vivas" de ABC, nº 31, que ahora se vende en los kioscos con excedentes bien barato).
España Frente al Islam. César Vidal. Ed: La Esfera de los Libros.
2 comentarios:
Acabo de conseguir el libro en un kiosco. Me ha costado 1 euro nada más.
Gracias por la recomendación.
Ya me dirás que te parece.
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