Isaac Asimov (1920-1992) es conocido por su extensa obra de divulgación científica y de literatura de ciencia ficción.
No tan conocida, pero igualmente interesante, es su obra histórica: la Historia Universal Asimov.
Gracias a sus libros me interesé por la ciencia y por la historia. Jamás leí sus obras de ciencia ficción, que por lo visto son excelentes.
No hace mucho, curioseando en la estantería del salón de mis suegros, encontré unos viejos ejemplares de la revista Reader’s Digest. Hojeándolos encontré un artículo del año 1978 titulado “Cuando Falte la Energía”, escrito por Asimov cuando la revista le pidió que expusiese su punto de vista acerca de una sociedad en la que escasease la energía.
He aquí el artículo:
“Corre el año 1997, llueve y es preciso ir a pie al trabajo. Los trenes del metro se suelen averiar uno de cada cinco días. Los autobuses desaparecieron hace tiempo, y en un día como este las bicicletas chapotean y patinan.
Feliz aquel que tenga empleo en una obra de demolición. Es un trabajo lento y sucio, pero fijo. Las estructuras borrosas de una ciudad en decadencia son las grandes minas y las ferreterías de la nación. Es muy difícil extraer y transportar carbón que nos dé energía en las cantidades que necesitamos, la fisión nuclear está considerada como demasiado peligrosa, el esperado gran adelanto tecnológico que condujera a la fusión nuclear nunca se produjo y las baterías solares son demasiado costosas para que puedan mantenerse en cantidad suficiente.
Cualquiera que tenga más de diez años de edad podrá recordar los automóviles. Al principio, el precio de la gasolina subió de forma desorbitada. Por último sólo los verdaderamente pudientes se permitían en lujo de conducir, y eso revela claramente que eran muy ricos, por lo que cualquier coche que apareciera en las calles de una ciudad era volcado y quemado. Los coches desaparecieron y se convirtieron en parte de los recursos minerales.
También hay ventajas en 1997, si se las busca. El aire es más puro, y parece haber menos resfriados. La delincuencia ha disminuido. Por ser demasiado costoso el coche patrulla, los policías han vuelto a sus rondas a pie. Más importante aún es que las calles están repletas. Todo el mundo va andando, y la gente camina por todas partes hasta muy avanzada la noche. En la muchedumbre unos protegen a otros.
Si no hace demasiado frío, la gente se sienta en el portal de sus casas. Si hace calor, el aire libre es el único substitutivo del aire acondicionado. Al menos, sigue habiendo iluminación en las calles. Dentro de las casas, son pocos los que pueden permitirse tener encendidas las luces después de la cena.
En el invierno se pasa frío parte del tiempo, pues la mayoría del combustible que se permite acumular se reserva para la madrugada. Los jerseys son prendas muy usadas dentro de las casas. Las duchas no son ya un lujo cotidiano. Debe bastar el baño tibio, con esponja, y si bien es verdad que los seres humanos no huelen tan bien como antes, en cambio han desaparecido las emanaciones de los automóviles.
Las zonas residenciales de las afueras, que nacieron y vivieron con el automóvil, están muriendo con él. Sus habitantes forman asociaciones cuya misión principal, por turno riguroso, es obtener y distribuir los alimentos. Las carretillas de mano van rechinando de casa en casa por los elegantes caminos de los barrios residenciales. La poca energía que queda debe conservarse para la agricultura. Las grandes fábricas de automóviles hacen casi exclusivamente camiones y maquinaria agrícola.
La población de la Tierra continúa en aumento. Ya es de 5.500 millones –lo que representa un aumento de 1.500 millones desde 1977-, y fuera de los EEUU y de Europa no más de una persona de cada cinco dispone de suficientes alimentos. La mortalidad infantil es elevada, pero una considerable corriente de la opinión pública piensa que así es mejor. Ayuda a reducir la población. ¿No es verdad?.
Sin embargo, es algo más que un problema de hambre. Hay quienes logran subsistir con lo estrictamente necesario para que el organismo siga funcionando, pero resulta que, a veces, esto no es suficiente para el cerebro. Se calcula que cerca de dos mil millones de personas en todo el mundo han sufrido en el cerebro daños irreversibles como consecuencia de la desnutrición, y ese número crece.
Ya se les ha ocurrido a algunos que sería conveniente exterminarlos discretamente y librar así al mundo de una amenaza embarazosa. Los periódicos callan el hecho de que exterminios parecidos se están llevando a cabo en algún lugar, pero hay viajeros que relatan historias horripilantes.
Los grandes ejércitos han desaparecido. Únicamente los Estados Unidos y la Unión Soviética pueden sostener unos cuantos carros de combate, aviones y barcos, que no se atreven a mover por temor de que mermen sus pequeñas reservas de combustible.
Las máquinas deben ser substituidas por el músculo humano y por las bestias de carga. La gente trabaja más horas al día y, con el alumbrado limitado, la televisión funcionando sólo tres horas y cada vez menos libros, mucha gente se pregunta: ¿qué puede hacerse en las horas de ocio?. Trabajar, dormir y comer son las únicas tres actividades posibles en 1997, y sólo las dos primeras están garantizadas.
¿Cómo acabará esto?. Al final, regresaremos a los días anteriores a 1800, a los días en que los combustibles fósiles todavía no impulsaban una inmensa maquinaria industrial y tecnológica. Acabaremos con una agricultura de subsistencia y con una población mundial diezmada por el hambre, las enfermedades y la violencia, que irá reduciéndose hasta llegar a menos de mil millones.
¿Y qué podemos hacer para evitar este horroroso final?.
¿Ahora? ¿En 1997?. Prácticamente nada.
Si hubiéramos empezado a hacer algo hace veinte años, la situación sería distinta. Si hubiésemos empezado hace cincuenta años todo habría sido fácil”.
Curiosamente el artículo fue escrito entre las dos grandes crisis económicas provocadas por la subida de los precios del petróleo por parte del cártel de la OPEP, en 1973 y 1979.
El panorama descrito por Asimov es tétrico, pero en mi opinión poco creíble. La subida de los precios que él describe habrían sido generalizadas, puesto que un aumento de la escasez en la energía de un sistema no afecta solamente a los precios de la energía, ni colapsa solamente los medios o procesos que la utilizan directamente (como el automóvil, piénsese solamente en la logística de las empresas, por poner un ejemplo). Esto habría provocado, aún antes del colapso total, gracias a la indicación de los precios, la búsqueda de alternativas energéticas y empresariales para mejorar la situación. El “punto de equilibrio” que finalmente se hubiese alcanzado quizá fuese peor que el anterior al aumento de la escasez, pero no supondría probablemente el infierno descrito por Asimov.
Incluso en el caso de que dicho infierno hubiera sido la estación termino de todo este pandemonium económico, de lo que no cabe duda es de que los mecanismos maltusianos habrían operado mucho antes de 1997. No habiendo casi energía la población se habría reducido drásticamente mucho antes de llegar a ese punto. No se habría llegado nunca a esos 5000 y pico millones de habitantes. Los 1000 millones se habrían alcanzado mucho antes. No habría algunas matanzas esporádicas. Se habrían establecido muy probablemente gobiernos socialistas por todas partes, y las guerras, las hambrunas, las enfermedades y los genocidios serían lo habitual.
Dice Asimov que trabajar, dormir y comer serían las únicas actividades, siendo las dos primeras las únicas garantizadas. Lo cierto es que eso es incierto. No habría trabajo para casi nadie.
Habla también Asimov del ejército de la Unión Soviética. Cuando verdaderamente llegó 1997 ya hacía varios años que colapsó esta, con su socialismo, por su socialismo.
Gran parte de los problemas creados por la subida de los precios del petróleo en los 70 se debieron a la inoperancia de los Estados del Bienestar para responder frente a cambios fuertes y repentinos. La economía mixta no pudo con ellos, como tampoco pudo la puramente socialista con la revolución informática.
Hay demasiadas cosas increíbles en el relato de Asimov, tantas que sería tedioso consignarlas. Pero lo mejor de todo es que nada de eso que pronosticaba ha sucedido realmente, y el 1997 que ya pasó en nada se pareció al que nos presentaba Asimov 20 años antes.
La pregunta que Asimov se hacía al final de su relato, por cómo se planteaba, sólo podía tener una respuesta colectivista: ¿Y qué podemos hacer para evitar este horroroso final?.Si hubiéramos empezado a hacer algo hace veinte años, la situación sería distinta. Si hubiésemos empezado hace cincuenta años todo habría sido fácil”....
Dado que las soluciones colectivistas habían fracasado en los Estados del Bienestar Occidentales y en la Unión Soviética, en sus diversos grados, ¿Qué podríamos esperar que sucediese si hubiésemos planteado políticamente el problema, con un “nosotros” inevitablemente estatal?. Que la profecía de Asimov se habría cumplido por un curioso e interesante efecto Pigmalion.
Sin duda aquel fue su mejor relato de ciencia ficción.
3 comentarios:
Un placer tenerte de vuelta.
Brillante post.
Para Asimov debió de resultar muy difícil sustraerse al clima intelectual de su tiempo, a pesar de su inteligencia. También Sagan metió la zarpa en varias ocasiones.
Si se hubieran limitado a la ciencia habrían hecho todo bien. Pero la tentación del divulgador es hablarlo todo de todo, y acaban tocando temas que desde el punto de vista estrictamente científico no están nada claros, pronunciándose con la ignorancia del lego pero a un tiempo con la autoridad del sabio.
Que tal Nomotheta? Curiosidad: ¿has leído el último de Houllebecq? Que te ha parecido la vida eterna a través de la información genética con unos neohumanos planos, languidos y solitarios?
Fdo. : ElJinetePalido.
PD: Me alegro que vuelvas al blog.
Hola a ambos y gracias por vuestra cálida acogida,
Rocinante: lo clavas. Me encanta tu última frase.
Jinete: no conocía a Houellebecq, pero he indagado por ahí. Debe escribir novelas muy buenas.
En cualquier caso me resulta inconcebible, por ejemplo, que se realizase el sueño eugenésico de una humanidad dividida en castas genéticas, con una masa homogénea y boba que obedeciese y una elite refinada, estilizada, bella, culta, sabia y epicúreamente sibarita en un ocio perpetuo y pleno.
Y tampoco imagino neohumanos planos, languidos y solitarios, porque la naturaleza humana no es, en mi opinión, moldeable hasta ese extremo, y una de las cosas que la caracteriza –sin la cual no es humana- es la curiosidad, la viveza, la sociabilidad....
Pero en fin, hablo por hablar porque, como te decía, no conocía a Houllebecq y, por tanto, no he leído la obra que mencionas.
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