miércoles, febrero 01, 2006

Dudando y con el Mazo Dando




Los agentes del Mossad no se caracterizan por ser nenazas lloronas. Si en algún momento son "clementes y misericordiosos" no lo son al paradójicamente cruel estilo de las gentes de Alá ni, desde luego, al claudicante estilo borrego-progresista.

Un amigo mío fue entrenado por ellos. Junto con otros españoles se preparaba para hacer frente al peligro terrorista en los aeropuertos, tras el 11-S. Nadie podía enseñarles mejor lo que era un terrorista islámico y cómo combatirlo que quien había estado expuesto a él durante decenios.

Lo primero que hicieron los instructores del Mossad fue darles una charla edificante: "Combatimos a terroristas, en ocasiones con sus propios métodos. No podemos dudar, ni tener contemplaciones. Dudar es morir".

Y así es, aunque en ocasiones pasen cosas como esta , o como esta otra.

Pero el Hamlet de Spielberg, un tal Avner, fenomenalmente interpretado por Eric Bana, duda entre el ser o no ser sicario de un sionismo que actúa en defensa propia. Se le hace muy cuesta arriba ejecutar a asesinos. Tiene fijación por los objetivos, pero duda si matar a los que le rodean, que son tan malos como (o peores que) el objetivo mismo, y desde luego potenciales sucesores.

Los "objetivos" son seres humanos, y Spielberg lo pone de relieve al darles voz en la película. Aparecen como hombres de aspecto pacífico y amigable. No hay que olvidar que eran personas importantes, aún cuando lo fueran en lo suyo. Vito Corleone, por poner un ejemplo, era extremadamente educado, todo un finolis, y hablaba sopesadamente enfundado en un bonito traje.

Steve, uno de los miembros del comando israelí dirigido por Avner, no alberga dudas sobre lo que tiene que hacer: la venganza es para él un plato de gusto. En cierto momento tiene un enfrentamiento con Carl, otro del grupo, que se muestra serenamente escéptico, y dice una verdad como el Templo de Salomón: los repulsivos monstruos a los que exterminan no parecen lo que son porque se ocultan tras unas maneras y una indumentaria elegantes. Lo contrario también es cierto: todo buen torturador sabe que el mejor modo de perder el respeto a su víctima es desnudarla o vestirla andrajosamente, ensuciarla, hacerla parecer un animal cuadrúpedo tirado por los suelos.

La realidad del Mossad es más la de Steve que la de Carl. Y ello es así porque si no lo fuera no habría tampoco Mossad, ni lo que defiende.

4 comentarios:

Nomotheta dijo...

Si, es muy interesante.

Hay que reconocer que esos hombres están hechos de una pasta especial.

Libertariano dijo...

Coincido contigo Javier

Nomotheta dijo...

Un placer que así sea

Nomotheta dijo...

http://blogs.periodistadigital.com/tizas.php/2006/02/02/la_furia_de_los_espias

Aquí un poco más.