jueves, julio 14, 2005

Libertad Para Crear

Esta mañana, mirando a mi hijo, todavía un bebé, dormitando en la cama, me preguntaba qué y cómo sería al llegar a la edad adulta. Y en medio de mi letargo especulativo, parejo al suyo, me desperté de pronto sobresaltado por el destello cegador de una evidencia, que había estado soslayado: No había un hijo adulto, no había futuro, todo era una ensoñación estéril, un juego de mi mente, una combinación de elementos variados en una imagen de algo inexistente e incognoscible. El niño dormía, y era un niño.

Imaginé entonces a una madre, que mientras paseaba a su niño en un carrito por la calle tuviera en mente lo que quería hacer de él, dónde quería que estudiase, qué clase de amigos deseaba que tuviera, la novia que consideraba más le convendría, la carrera profesional que más ilusión le haría...etc etc.

Esa madre podría, inmersa en sus elucubraciones ilusas, cruzar sin mirar una calle.

Entonces podría suceder que un deportivo veloz arrollase el carro en el que iba su hijo y apartase a este por siempre de ella y del futuro por ella soñado.

El cántaro de leche se habría roto, y habría con ello derramado un alma inocente.

“Si realizas la tarea presente siguiendo la recta razón diligentemente, enérgicamente, benévolamente, y no te sales por la tangente, sino que conservas en estado de pureza tu divinidad, como si ya tuvieras que devolverla; si añades a esto no esperar ni rehuir nada, sino estar satisfecho con la actividad presente, acorde con la naturaleza, y la verdad heroica en lo que dices y proclamas, vivirás feliz. Pero es que no hay nadie capaz de impedírtelo”.

El estoico Emperador Marco Aurelio se repetía una y otra vez, en sus breves y contundentes notas, que escribía para sí mismo, que había que seguir a la naturaleza y a la razón (las cuales identificaba pues consideraba la racionalidad el principal atributo de la naturaleza humana), y estar aquí y ahora. Había, según él, que desterrar la imaginación, que abandonar por completo el ejercicio intelectual de indagar más allá de lo clara e inmediatamente cognoscible o perceptible.

Esta filosofía no es exclusiva de Marco Aurelio, ni siquiera de la Escuela Estoica, ni siquiera de la Antigüedad Clásica. Una y otra vez se vuelve a ella –como una y otra vez volvía Marco Aurelio a estas ideas en sus notas- en un eterno retorno más sentimental que racional.

Y si no fuera cierto que la razón es el principal atributo de nuestra naturaleza, lo que si lo sería es que somos seres que indefectiblemente, a través de todo tiempo y lugar, tendemos a pensar las mismas cosas de parecida manera.

El afán por anular la imaginación tiene sus raíces en la obsesión por la austeridad, por la focalización de la vida en unas tareas simples de predecibles consecuencias, por un equilibrio eterno e inmutable, por una geometría que de sentido incluso a nuestros desvaríos, por un “sentido oculto por los sentidos” que la razón pudiera encontrar levantando un poco los siete velos de la realidad.

Dice Hume, de la imaginación: “La imaginación no puede aparecer en la mente a menos que le hayan precedido sus correspondientes impresiones a fin de prepararle el camino. Pero la imaginación no se ve con todo obligada a guardar el mismo orden y forma de las impresiones originales”.

Combinando elementos de realidad dispersos según un patrón racional determinado construimos las torres de marfil en las que encerramos algunas de nuestras más hondas certidumbres.

La imaginación se puede presentar como distracción o como proceso creador. Pero la frontera entre ambas cosas es difusa. Generalmente la imaginación es solo un fuego de artificio mental, que quizá cumpla una función orgánica desconocida, pero que se antoja pérdida de tiempo. Sin embargo en ocasiones da un fruto, que lo cambia todo, como el fruto del árbol del conocimiento.

Sin nuestro perpetuo indagar, Eva jamás hubiera tomado la manzana, ni Adán se la habría aceptado. Uno se pregunta si no será esa incombustible llama de inquietud lo que caracteriza a la naturaleza humana, más que la racionalidad, que no sería entonces más que una de las formas (quizá la más depurada) que toma.

Una distracción imaginativa puede empero coagular en una cosmovisión de corte utópico. Se trataría en efecto de un fruto, y sería este como el arriba mencionado, que nos arrojó al tiempo y a la zozobra interminable de la que solo fue primer movimiento.

Sería pues una imaginación mal encaminada la que daría origen a todas nuestras desdichas, y Marco Aurelio tendría razón con su razón.

Pero la imaginación puede dar otros frutos más sabrosos, sin envenenamiento ni condena aparejados con su ingesta. ¿Deberíamos acaso sacrificar el placer y alimento que estos nos proporcionan por evitar el riesgo de tomar la fruta podrida?....

Distracción y creación van, a veces, de la mano, pero no son lo mismo. Hace falta algo que las una.

Fleming no dio con la penicilina haciendo ganchillo (aunque Poincaré dedujo alguna cosa a partir de cómo otros desarrollaban dicha actividad). Era un científico que estudiaba muestras biológicas. Tampoco Kekulé acertó con la estructura del Benceno tras haber dedicado su vida a estudiar la historia medieval. Y ningún genio de la pintura despuntó tras dos pinceladas inconexas.

Estos son solo pequeños ejemplos en un océano de ellos. El conocimiento precede siempre a la creación. Y el conocimiento se constituye con la memoria y la razón.

Memoria y razón son pues necesarias para combatir con energía los desvaríos propios de distracciones imaginativas de nuestros coetáneos, que tantas veces toman forma en los proyectos políticos irrealizables y las nefastas acciones conducentes a realizarlos.

Toman, estos, partes buenas de la realidad y las combinan para formar un cuadro idílico proyectado en un futuro cercano. Crean utopías. Y luego dicen que esa es su propuesta.

Y toman también partes malas de la realidad, y las combinan y extrapolan al conjunto de la sociedad, creando a partir de ello caricaturas degradantes de diversos personajes e instituciones. Y dicen después que esto es lo propuesto hasta y por ahora por los que llaman sus adversarios.

Del caos onírico al sentido de la creación útil hay un largo camino que solo puede recorrer el conocimiento.
Razonemos y recordemos, pues la libertad para crear depende de ello.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Decía Saramago, digo decía porque no sé si habrá cambiado de opinión, pido disculpas por imprecisiones pues cito de memoria: "Somos lo que recordamos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir".

Es interesante comprobar que la imaginación desbordada, casi patológica, no impide darse cuenta -a la mayoría-, de la memoria, la razón y la responsabilidad. Es curioso que la responsabilidad, el hecho de asumir las consecuencias de los actos -en los que se incluyen omisiones- es algo que, al parecer, muchos no tienen presente cuando no les conviene.

Bueno, felicidades por el blog, está muy bien y que sepas que te leo.

Un saludo.

Nomotheta dijo...

Saramago es bastante extremo al decir que no merecemos vivir sin responsabilidad, aunque lo preceda de un "quizá". Pero al margen de eso la cita me parece apropiada.
Pienso en Sartre, que, también comunista, hablaba de responsabilidad con igual o mayor énfasis. Para ellos la responsabilidad es una pesada losa que les aplasta, o una espada de Damocles que pende sobre sus cabezas, o una cruz llevada al hombro en un tortuoso recorrido al Calvario, y es una responsabilidad que implica implicarse -valga la redundancia- en los asuntos políticos, haciéndolos colectivos.
Quizá por ello la responsabilidad se convierte en una coacción, y con ello en un pesar. Y quizá por ello no merece vivir aquel que no la asume, que intenta zafarse de su opresivo abrazo.
Yo no soy excesivamente optimista con respecto a la existencia de una mayoría responsable y cabal. La gente puede ser así como dices, pero puede a un tiempo ignorar cómo funcionan los asuntos generales y dejarse por ello embaucar por minorías destructivas. Y cuando se dan cuenta es ya demasiado tarde.
Gracias por leer mis escritos. Eres uno de los pocos que lo hace, pero no desespero, pues acaso mis ideas no sean para mayorías (sensatas o no).

Un saludo.

Anónimo dijo...

Gracias por responderme, lo de Sartre no lo había pensado, pero es muy curiosa la percepción de la responasabilidad que tiene la "izquierda" en general, muy alejada de la que da Hayek “La libertad no significa solamente que el individuo tiene la oportunidad y la carga de elegir; también significa que debe cargar con las consecuencias de sus actos (...) Libertad y responsabilidad son inseparables.” Es ciertamente curioso, para unos es una carga, para otros es parte de la libertad...

Respecto a lo de la mayoría responsable coincido contigo, la mayoría de la gente manifiesta una preocupante inclinación a no sentirse responsable de lo que hace el gobierno al que votaron, y desde ahí hacia abajo todo viene a ser una especie de huida de la responsabilidad; a mi entender es muy preocupante.

Puede que tu blog sea para minorías, o no, pero lo que es cierto es que yo lo leeré mientras pueda.

Un saludo.

P.S. Disculpa el retraso en la respuesta, pero me ha pillado una semana muy complicada.

Nomotheta dijo...

La democracia es necesaria, pero no suficiente. Hacen falta leyes inatacables que sirvan de estructura cobijadora del orden social.

Pero los demagogos maquiavélicos son como las termitas, y, si la sociedad no está despierta, derrumban el edificio social mientras duerme.

Lástima lo del tiempo. Yo también dispongo de poco. No teniendo Red en casa y teniendo que dedicarme en el trabajo a lo correspondiente, solo me queda un rato al mediodía para soltar mis ladrillos para pocos lectores.

Saludos.

Roberto Iza Valdés dijo...
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