jueves, julio 21, 2005

Realismo Aficionado

Hay gente que piensa que la televisión es una basura. Otros aseguran que no hay televisión basura sino programas basura, que inundan por completo las programaciones. Otros matizan aún más y afirman solemnemente que solo algunos programas son basura. Y algunos osados tienen el valor necesario para ver los programas denominados así, y lo hacen, dicen, por interés sociológico.

Aunque lo más habitual es decir que se ven muchos documentales.

Sucede que incluso las personas más sabias tienen sus momentos en off, y entonces el poder hipnótico de la televisión les arrastra, cual a Alicia a través del espejo, dentro del mundo irreal de las imágenes y los sonidos desprovistos de su contexto.

Esta fantasía audiovisual lo es no tanto porque no refleje de alguna forma lo acaecido cuanto porque lo refleja para los ojos de gentes que no pueden darle la importancia debida. Y es que estar en el ajo suele dar brillo y sentido a cualquier acontecimiento.

Pero parece que hablo de noticias, y no de programas de entretenimiento, que es a lo que iba. Pues los programas de entretenimiento no buscan ofrecer una imagen veraz, fiel, de la realidad, sino la distracción del espectador.

Para hacerlos o conducirlos no es preciso ser extremadamente riguroso, ni atender a la verdad.

Sin embargo la edad de la inocencia, creen algunos, ya pasó. Vivimos en la era de la ciencia y de las libertades. Y por ello los programas tienen que respetar determinadas convenciones que a todos parecen de lo más racionales.

Veamos el caso de las series televisivas, que tanto éxito están teniendo entre nosotros.

En ellas encontramos, destacadas, la nueva serie americana y la nueva serie española.

Un ejemplo paradigmático de la nueva serie americana es CSI, siendo de la española destacados ejemplos los Serrano, Aquí no hay quien viva o Siete Vidas.

El afán por trasmitir altas dosis de realismo ha tomado dos derroteros completamente distintos en estos muy distintos productos.

En España seguimos la línea trazada tiempo ha por el cine español. Un cine que pretendía sustituir con una cierta clase de realismo la falta de millonarios presupuestos.

Dicho realismo consistía en mostrar, sin tapujos, sin tabúes, el lado sórdido de la realidad.

Frente al cine espectacular y con moraleja de los EEUU nosotros fabricábamos un cine de naturalidad escandalosa, esto es, un cine que pretendía escandalizar a mojigatos y representar el mundo tal como es....con naturalidad, sin vergüenza, incidiendo para lograr tal fin en lo malo. Para ello se disfrazaba u ocultaba el negro mal con los colores chillones de un relativismo doctrinal.
Los protagonistas de las series españolas son gente “auténtica”, del pueblo, chabacana y buenaza a un tiempo, lo cual incluso podría ser una contradicción.

Y por supuesto no puede faltar algún personaje de la otra acera o de la zanja. El perdedor y el rarito son imprescindibles en ellas, como modelos, como héroes.

Por otro lado se intenta, sin éxito, copiar la fórmula americana de intriga y acción, en series como “Asuntos Personales”, pero dándole un poco de picante made in Spain. En dicha serie destaca especialmente la falta absoluta de conocimiento de sus autores de las realidades más elementales del mundo de la empresa, y, mucho más aún, de cómo funciona una farmacéutica (empresa sobre cuyos tejemanejes direccionales versa el bodrio). Y ello por no hablar de lo esquemático de los personajes y lo artificial de las situaciones.

Hace años, trabajando de teleoperador en la campaña del IRPF, conocí a una chica que tenía un novio guionista de series de televisión españolas. Un día, hablando de él, me dijo que llevaba una vida muy cómoda, que se levantaba tarde, paseaba, escribía un par de cosillas....etc etc. Aquello me dio mucha envidia por aquel entonces, pero con el tiempo aprendí a consolarme pensando que ese tío tendría que ser muy tonto o tragárselas todas. Porque a la vista de los resultados televisivos de los guiones no cabía albergar la más mínima esperanza acerca de sus autores.

En fin, muy triste.

En cuanto a la serie americana se pueden decir también muchas cosas, aunque bastante mejores.

CSI es un producto impecable. Está muy bien hecho, muy bien interpretado, los guiones están bastante elaborados, y ni se abandona la moral ni se olvida la modernidad, dado que los protagonistas son “policías científicos”.

El único pero que le pondría a ese producto made in USA es que los personajes se aproximan idealistamente al superhombre. Se expresan con gran corrección –citan a los clásicos- razonan circunspecta, elegante y velozmente, y prácticamente siempre aciertan, con una infalibilidad que el propio Papa envidiaría.

Pero puestos a distraernos, queridos amigos, ¿qué es mejor?.....¿es mejor aquello que nos sugiere elevados sentimientos, magnanimidad, valor, estudio, análisis, austeridad...etc...etc, o aquello que, por el contrario, nos anima a seguir siendo –si lo somos- vulgares, porque eso es lo auténtico, porque eso es lo que mola?....

Ay, a mi no me cabe duda sobre a dónde prefiero mirar, porque la perfección es la asíntota hacia la que debiéramos converger.

No se le puede pedir a las series un realismo total, pero si al menos que no nos vendan contravalores, y que sean realistas en la creación de contextos y situaciones creíbles, más que en la maximización de lo grotesco, lo enfermo y lo cutre.

2 comentarios:

. dijo...

Discrepo de tu razonamiento y me apoyo en mi conocimiento profesional del medio: los guiones de las series en España son producto de un trabajo absolutamente profesional, especialmente las que citas. Curiosamente, esas que citas, se realizan por equipos muy numerosos de escritores siguiendo los mismos códigos de trabajo que se siguen, por ejemplo, para la serie americana que citas: CSI. Un guión de ficción de televisión en prime time y en cualquier otra franja, en España y en USA, es producto de una elaboración intensísima. Hay demasiado dinero en juego para dejarlo al azar. Que el novio de tu amiga se levante tarde y sea feliz... suerte para él. Y desconfía de quienes hablan de telebasura. Sólo hay dos tipos de tele: la que se ve, y la que no se ve. Verla es cosa tuya, dejar de verla también. A la gente que no le guste que la apague. Algo a recordarle a Zapatitos y su censura moral sobre lo que la gente debe y no debe ver.

Nomotheta dijo...

No osaría contradecir a un conocedor profesional de un medio en lo que al medio se refiere. No requiero, sin embargo, que me asistan conocimiento técnico o experiencia ningunos para emitir un juicio subjetivo, de carácter moral, más sobre fines que sobre medios, en definitiva, sobre este asunto, o acerca de la calidad de los guiones de dichas series, cuyo valor objetivo o real no estoy en condiciones de evaluar.

Pero por el planteamiento que haces de la cuestión me da la sensación, por un instante, de volver a la vieja teoría económica del "valor trabajo", pero aplicada a la moderna realidad de las teleseries. No creo que la cantidad de trabajo puesta en un producto determine ni su calidad ni su valor. Si bien su audiencia les da el elevado valor que les da, lo cual me parece estupendo.

En cuanto al novio de esa chica, que no era mi amiga, poco puedo decir aparte de lo dicho. Lo conté como anécdota relacionada con el caso, pero imagino que será más cierto lo que tú dices, y la cosa requerirá de un titánico esfuerzo que, en mi opinión, no se ve recompensado con la calidad del producto, ni, pos supuesto, con el grado en que sus ficciones reflejan la realidad.

Nada de lo dicho, creo, me convierte en severo censor. Especialmente si tenemos en cuenta que no hago uso de la coacción (como ZP), sino que emito una opinión, cuya única fuerza es la credibilidad que se le de.

En fin, la tele es como las lentejas, sugieres. Y en esto, tampoco, seré yo quien te contradiga, sobre todo cuando no hay alternativa a las lentejas, porque la democracia del mercado pide lentejas. Solo que las lentejas pueden estar mejor o peor cocinadas, y uno puede decir libremente si le gustan o no, sin por ello decirle al cocinero como ha de hacerlas.

Por cierto, he echado un ojo a tu página, y sin ser un fervoroso partidario de la monarquía te pregunto: ¿por qué republicano?...¿no tuvimos bastante con las dos primeras?....