Hace un rato que me llegó el email. Quien lo quiera leer solo tiene que pedírmelo e indicar su correo.
Es una muestra grotesca de rancio antiamericanismo, a la par que una sutil apología de los totalitarismos de izquierda que aún perviven en Latinoamérica.
Se supone escrito por un tal Roberto Bardini, aunque el autor sea lo de menos, siendo como es otro perro que ladra en medio de una caterva rabiosa.
Dado que sobre el Katrina y sobre el antiamericanismo que se ha desplegado cual huracán mediático a partir de él he hablado un tanto, me gustaría centrarme en otra cosa no menos llamativa.
Acaba nuestro Bardo italiano (Bardini) cantando una canción con su desafinada lira de Assurancetourix, en la que se comparan las andanzas de dos gobernantes, ambos de un Imperio, uno del pasado clásico y otro de un presente de Hiperpotencia Unilateral. Se trata de unas “vidas paralelas” plutarquianas versión Homero (suponemos que Bardini padece cierto tipo de ceguera, como el mítico poeta antiguo autor de mitos).
Canta Bardini: ”Tampoco faltó el periodista que comparó a Bush con Nerón. En el año 64 de la era cristiana, el emperador romano tocaba el arpa mientras un devastador incendio destruía mansiones de senadores, varios edificios públicos, el templo de Júpiter y tres de los 14 barrios de Roma. La pérfida comparación fue porque el presidente norteamericano voló desde su rancho en Texas hasta la base militar de Coronado, en San Diego, y tocó la guitarra mientras una gran porción de Louisiana desaparecía bajo el agua como la mitológica Atlántida.Es cierto que puede haber algunas similitudes entre aquel incendio y este huracán. Quienes no pudieron huir de la Roma en llamas, se refugiaron en el circo de Nerón, donde hoy está la basílica de San Pedro. Los que no pudieron escapar de Nueva Orléans, buscaron amparo en el Súper Domo de Louisiana, sede de la Liga Nacional de Fútbol, donde quizá algún día se ubique un templo en memoria del buen reverendo Pat Robertson. Pero también hay diferencias. Luego de la destrucción de Roma, Nerón se hizo construir una gigantesca casa de campo en el centro de la ciudad, la Domus Aurea (Casa de Oro), con las dimensiones de un palacio real helénico. Es difícil que Bush construya una casa de descanso en Nueva Orleáns y en el futuro vaya a pasar sus vacaciones allí. Podría darse el caso, único en la historia de Estados Unidos, de que una enardecida turba de negros linche a un ex presidente blanco. Otra diferencia: Nerón hizo un negocio con la destrucción de Roma. Bush, hasta ahora, no ha hecho ninguno con la inundación de Nueva Orleáns. Claro que las acciones de Halliburton, la empresa del vicepresidente Dick Cheney, subieron un ocho por ciento después de que circularon rumores de que había sido seleccionada para la reconstrucción de las ciudades devastadas por el huracán Katrina. Una diferencia más: Nerón culpó a los cristianos por el incendio de Roma. Bush no ha culpado a Al Qaeda por la destrucción de Louisiana. Bueno, al menos no lo ha hecho hasta ahora”.
Cualquier persona que haya leído un poco de historia de Roma tiene necesariamente que sonrojarse ante las viejas mentiras que destila el retrato de Nerón.
Sin duda se trata de eso que Richard Dawkins denominó meme, pero un meme para memos.
De todas las tonterías dichas por nuestro bardo, me centraré nada más en dos, para ser breve.
Nerón no tocó la lira mientras ardía Roma (como hubiera hecho Bardini para denostarle), pues se encontraba en Anzio, y reconstruyó la ciudad en uno más de sus muchos gestos de buen gobernante (que también los tuvo, sobre todo antes, mientras Séneca fue su preceptor y Burro, que de burro no tenía un pelo, hacía de sabio consejero).
Por otro lado los cristianos no fueron elegidos como chivo expiatorio, ni sacrificados por multitudes en el anfiteatro, ni puestos en hileras de cruces con teas para iluminar los jardines del Palacio de Nerón.
La mayor parte del mito proviene de la obra del historiador Tácito, los anales, y, especialmente, de una parte que podría no haber sido escrita por el mismo.
El siguiente fragmento, entro otros, es el origen del mito:
Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias. Aquél de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas.
Según el historiador Juan Eslava Galán se trata de un añadido espurio hecho por monjes del siglo X.
Y resulta creíble, aparte de por razones historiográficas más sólidas, porque en aquella época no cabía esperar (reciente como estaba la muerte de Cristo y en auge como estaba el Imperio) que hubiera muchos cristianos en Roma o que el cristianismo resultara atractivo a las masas. En fin, que ni Nerón tocando la lira ni cristianos exterminados en cruento genocidio. La vieja mentira perdura hoy en la boca del necio.
Y es especialmente significativo que este Bardini establezca esta comparación, puesto que no hace con ello otra cosa que revelar la verdadera naturaleza de su discurso.
La vieja mentira es puesta al lado de la nueva, y para el espectador avezado esto significa: Siempre hemos mentido, siempre mentiremos, pero nosotros nos lo creemos.
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