jueves, junio 09, 2005

Occidente Desmembrado

Ya lo decían los Romanos, sabios gobernantes de un vasto Imperio: “Divide y Vencerás”. Frente a la unión transnacional de la Ummah, Occidente está desunido, tanto entre países que comparten esencialmente los mismos valores, como EEUU y el eje Franco-Alemán, como dentro de los propios países, con partidos sustentando posiciones antagónicas sobre un asunto de Estado (asunto en el que debiera existir un fuerte consenso).

Por otro lado la ONU, que podría ser un poder unificador, parece más un pelele puramente decorativo, y sus resoluciones se leen para defender una cosa y la contraria. Y la UE tiene aún que “constitucionalizarse” de una forma tal que se preserven los derechos de los ciudadanos más allá de los puros formalismos, y militarizarse de manera que acompañe a EEUU en el esfuerzo para mantener la paz en el mundo.

El Goliat con pies de Barro de Occidente se enfrenta al David Musulmán, que tira con su honda bombazos de enorme repercusión mediática.

En Occidente hay mucha charla de café y mucho moralismo hipócrita. No se quiere hacer daño, pero no se puede dialogar con fanáticos. Ante la barbarie no queda otra cosa que la ley y la punición. Si no se acogen a la primera se les debe imponer la segunda. La punición no es barbarie, aunque sea sangrienta en ocasiones, pues responde a los objetivos de la ley, que si es positiva, abstracta y general, no como la Sharia, son muy razonables y fáciles de comprender por todos.

Pero para aplicar la punición hay que ser fuertes, y para ser fuertes es necesario estar unidos, y para estar unidos basta con estarlo en lo fundamental, esto es, las cuestiones de Estado dentro del Estado y en los principios de democracia y libertad en lo Internacional.

Frente a esta verdad evidente están las grandes ideas y los grandes deseos de universalidad, aldea global, cosmopolitismo, que toman forma en un discurso ambiguo que sitúa, sin pretenderlo inicialmente, en pie de igualdad a la razón y a la barbarie.

En el prólogo de un libro de un autor español que he leído recientemente, sobre los conflictos en el Islam, dice este que los países en los que la Religión oficial es el Islam son tan distintos unos de otros como lo son España de Austria o esta de Filipinas. Esto lo dice para poner de manifiesto que la actitud de ciertos sectores de opinión occidentales que equipara toda forma de islamismo y todo país en el que se profese esta religión, es errada. Yo sin embargo creo que no hay error, o no al menos muy grave, en esa valoración. De hecho, el contraargumento que se puede esgrimir es sencillo: Sí, son tan diferentes unos de otros como España lo es de Austria……En la Edad Media. Porque la barbarie toma distintas formas, igual que lo hace la razón.

No pretendo negar a los hombres ilustrados o a los hombres de bien su condición dentro del Islam. También la Edad Media tuvo aquellos (y especialmente en el Islam). Simplemente apunto con el dedo a los fundamentos teóricos y prácticos de la doctrina islámica, que hacen muy difícil que cualquier sociedad que la profese prospere en el camino hacia la libertad y el desarrollo.

El Señor Pedro Martínez Montalvez escribió hace tiempo para “El Mundo”:

“Para muchos, todo esto es enormemente esperanzador y beneficioso (la situación actual de Guerra al Terrorismo) porque asegurará finalmente el triunfo de la civilización sobre la barbarie. Evidentemente, para quienes así piensan y ejecutan hay una y única forma de civilización, la que se dicen ser suya, y todo lo que no se ajuste totalmente a este modelo es barbarie. Eso sí: suelen ser entusiastas defensores, al tiempo, de la pluralidad, de la diferenciación y de la convivencia entre las culturas. Como lo concilian es un misterio”.

Esa es la clase de discurso que estimo peligroso. Si bien es cierto que el dogmatismo y maniqueísmo a ultranza de ciertos sectores de opinión es detestable, tanto en un signo político como el contrario, todo sea dicho, no es menos cierto que el modelo occidental cuenta con resultados que, mirados en global, y cuantificados en aspectos concretos como la educación, el nivel económico del ciudadano medio, la esperanza de vida por ciudadano, los avances en ciencia, la democracia y las estabilidades constitucionales…etc etc, son infinitamente más positivos que los que arroja el mundo musulmán, con toda su sabiduría coránica defendida por Imanes iluminados.

Por otro lado es notable el hecho de que en Occidente existen infinitamente más puntos de vista sobre cualquier asunto que en el mundo musulmán, lo que apunta mucho más a la pluralidad que los planteamientos teocráticos totalitarios de ellos, que asfixian casi toda iniciativa susceptible de convertirse en creativa.

¿Cómo conciliar pues el considerar nuestra civilización mejor que la Musulmana con la pluralidad cultural?, pues muy sencillo, el modelo occidental, en su esencia, se limita al régimen de gobierno y a un conjunto de normas generales recogidas en un texto constitucional, creando un marco político y jurídico que respecta en gran medida los usos y costumbres del ciudadano, permitiendo así la pluralidad, que, por sí sola, crea prosperidad, arte, ciencia....

Las democracias liberales hacen posible toda forma de expresión que respete sus fundamentos.

Pero toda aquella ideología que bajo el disfraz de una religión o de un partido atente contra los principios generales que dan cobijo a la pluralidad, debe ser aplastada. Y con ello volvemos a la punición, y terminamos con los romanos.

En el actual estado de cosas hay una enorme desunión entre los que debieran permanecer unidos, los países con justicia llamados civilizados, y en cambio hay un odio común (poder unificador donde los haya, el odio) entre un elevado porcentaje de miembros de una religión que cuenta con muchos millones de fieles. Roma esta dividida. Y los bárbaros a las puertas, llamando a bombazos.

Los Romanos, antaño, aplastaron a todo el que se opuso. Recordemos Cartago, Numancia, Jerusalén. Cualquier conato de rebelión o guerra era combatido. El Romano era, en la boyante República, un pueblo desunido entre Patricios y Plebeyos, pero a la hora de la guerra eran uno.

La Pax Romana se logró por la Guerra, y después de esta por el orden impuesto con una ley muy sensata. Nosotros podemos tener lo segundo (y hasta podríamos poner esto en solfa), pero de nada nos sirve si no aplicamos lo primero, aún en menor grado.

La punición, por su carácter no indiscriminado, no afectaría a quienes quieren vivir en paz y armonía. La ley y sus propias fuerzas e ilusiones serían para ellos la guía.

Para vivir en paz hay que hacer la guerra a los que pretenden perturbarla en aras de utopías.

Esta es, por desgracia, una de las leyes inexorables de la sociedad humana. Del grado en que la aceptemos depende nuestro futuro.

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